Presidente de Fedefruta analiza evolución de la fruticultura por el cambio climático

El avance de la fruticultura chilena hacia el sur, los desafíos productivos que dejan la escasez hídrica y los vaivenes en las temperaturas, son algunos de los tantos puntos que Jorge Valenzuela, presidente de Fedefruta, trató con Diario Financiero al momento de hablar sobre los efectos del cambio climático en el sector.

“El mapa frutícola ha evolucionado y se está trasladando hacia el sur”, señaló el dirigente gremial, sosteniendo que el perfil del nuevo fruticultor chileno, productor de fruta de alto valor en los mercados como las cerezas, los berries y los frutos secos, viene justamente de las regiones de Ñuble hacia el sur. No obstante, Valenzuela también se detiene en los principales desafíos que el cambio climático ha presentado al rubro y a los agricultores, como la menor disponibilidad hídrica.

“El principal problema que plantea el cambio climático es justamente la escasez de agua”, sostiene el presidente de Fedefruta. “El gran desafío es asegurar el abastecimiento del recurso hídrico y sin duda que debe ser una preocupación esencial del país, con acciones coordinadas que tienen que transformarse en políticas de estado.

La nota en Diario Financiero, donde Valenzuela analiza en tema junto con el académico Fernando Santibáñez y el secretario general de la SNA, Juan Pablo Matte, puede verse en este link.

A continuación, la entrevista completa del timonel de Fedefruta dada a Diario Financiero

El año pasado el ex presidente Fedefruta, Luis Schmidt, hablaba de que estaba cambiando la frontera agrícola del país y ponía a Osorno como el nuevo límite ¿mantienen dicha percepción? ¿Por qué?

En efecto, la Región de los Lagos cuenta con un potencial importante para la fruticultura chilena, pero hay zonas incluso más australes, como Aysén, donde se están produciendo cerezas tardías de excelente calidad. Es más, por el cambio climático y los avances tecnológicos del último tiempo, como la agricultura de precisión y la adopción de nueva genética, el sur de Chile se está desarrollando como nuevo polo frutícola del país. Las regiones de Ñuble hacia el sur cuentan con clima, suelo y disponibilidad hídrica perfectas para la producción de frutales que, además, tienen un alto valor en los mercados, como las cerezas, los arándanos y berries, y frutos secos como las nueces y los avellanos europeos. Dichos cultivos pueden significar mayores márgenes de rentabilidad para los productores, y por eso creemos que el nuevo fruticultor chileno está viniendo desde el sur.

¿Qué efectos han observado en los cultivos en los últimos años debido a las alzas en las temperaturas? 

Digamos que el cambio climático no solo ha traído consigo alzas de temperatura, sino también eventos climáticos inusuales como las granizadas de noviembre de 2018, que solo en cerezas dejó pérdidas de 100 millones de dólares entre los productores de las zonas afectadas.

Ahora, las olas de calor lo que hacen, frecuentemente, son adelantar los tiempos de cosechas, por lo que hemos vivido temporadas en que las ventanas de abastecimiento de nuestra fruta en los mercados se han anticipado y cruzado con la oferta de otros países. Eso fue lo que ocurrió durante la campaña 2016-2017 con los arándanos y las uvas, las que debido a las altas temperaturas de la primavera de 2016, las cosechas de estas frutas no solo se adelantaron, sino que también se concentraron. Esto provocó un desorden en destino, un shock de fruta chilena que llegó anticipada y concentradamente a Estados Unidos, cuando aún había oferta del Perú e incluso de fruta local. Eso generó muchas dificultades en la distribución y la venta, un exceso de oferta que terminó bajando los precios de la fruta chilena.

Junto con eso, los manejos agronómicos a nivel de huerto han debido adaptarse a este nuevo factor del cambio climático, ya que con los vaivenes de temperatura hay que ser mucho más cuidadosos con la fruta para que llegue a destino en buenas condiciones. Básicamente, el cambio climático ha aumentado costos y ha comprometido en algunas ocasiones los retornos al productor. Dicho eso, la urgencia de recambio varietal que hemos planteado como gremio responde, en cierta parte, a replantar variedades de uva -por ejemplo- con mayor vida de postcosecha y más resistentes para que, en estas circunstancias, el productor tenga mayores garantías de condición al momento del arribo. 

¿Cómo se han ido ajustando las hectáreas plantadas en los últimos años? ¿Han dejado de plantar productos en ciertas zonas?

A causa del cambio climático se han abierto en Chile nuevas zonas agroecológicas propicias para la producción de fruta, algo que era impensado hasta hace una década. Y si el 2012 había plantadas 22 mil hectáreas de frutales desde Ñuble hacia el sur, en la actualidad calculamos que hay más de 30 mil.

En cuanto a otras regiones con más “tradición” en la producción de fruta, hay cambios importantes que, sin embargo, responden no necesariamente al cambio climático, sino también al alza de costos en la producción de algunas especies, y a temas comerciales como la demanda en los mercados por productos de otro tipo.

Si tomamos el caso de la Región de  Coquimbo, si bien la superficie plantada con frutales solo ha descendido en un 2,2% según el último Catastro Frutícola de ODEPA y CIREN, las hectáreas de palto han caído un 20,7% (de  5.024,0 há a 3.983,2 há), mientras que las de uva de mesa un 6,5%, de 8.700 hectáreas a 8.160. Dicho sea de paso, ambas especies requieren de mucha agua, por lo que la escasez hídrica es un factor en la disminución. En cambio, se ha experimentado un incremento en cítricos como las mandarinas, de 2.630,5 hectáreas a 3.783,8, lo que representa la mitad de estas plantaciones a nivel nacional.

En la Región Metropolitana, por su parte, las hectáreas de uva de mesa han descendido en un 9,1% y ha dejado de ser la principal fruta de esta región, dando espacio al nogal, que en el mismo tiempo ha crecido en un 29% su superficie en la zona.

¿Han encontrado nuevas áreas geográficas más bondadosas para el desarrollo de sus productos?

Justamente, uno de los efectos del cambio climático ha sido la apertura de nuevas zonas agroecológicas para la fruticultura chilena. El mapa frutícola ha evolucionado y se está trasladando hacia el sur.

Tenemos que decir que hay zonas en la Región de Aysén inclusive, como Chile Chico, donde es posible producir cerezas de exportación de altísima calidad, con características muy especiales. Allí, el clima más seco y frío, y las mayores horas de luz en el verano (por la latitud naturalmente más austral) ayudan a que la cereza tenga condiciones organolépticas muy distintas a la de la zona central. La cereza de Chile Chico es tardía, tiene más materia seca y es más grande, más dulce. 

Sobre la Araucanía, donde hay en la actualidad 10.500 hectáreas catastradas con frutales, nos hemos planteado el desafío con los agricultores de la zona de llegar, en el mediano plazo, las 28 mil hectáreas con este tipo de cultivos. No obstante, para ello se requiere de financiamiento y de infraestructura hídrica para hacer crecer este sector en una región fuerte en cultivos tradicionales, pero que tiene un potencial relevante para la fruta de exportación.

Ahora, donde vemos el mayor potencial estos días es en la Nueva Región de Ñuble, zona donde la vocación agrícola es tremenda y en que la plantación de hectáreas frutícolas ha tenido un crecimiento exponencial en el último tiempo. Entre cerezas, arándanos, frutos secos y manzanas se proyectan en la actualidad casi 14 mil hectáreas de frutales en Ñuble. Por esa razón estamos trabajando con Corfo, e instalamos oficinas en Chillán, para acelerar el desarrollo frutícola de la región y traspasar tecnologías para un crecimiento sostenible de la fruticultura en la zona.

Con temperaturas más altas, ¿están explorando la introducción de nuevos productos?

Todo va en función de la reconversión frutícola tan urgente para nuestro sector, en un contexto de demanda de los mercados, mayor competencia de otros países como Perú, la antigüedad de los huertos en Chile y por supuesto el cambio climático. Estamos hablando de un nuevo boom frutícola en Chile, sustentado por la nueva genética, que ofrece variedades con mayores rendimientos por hectárea y que como industria debemos incorporar.

Creemos, además, que el cambio climático y la apertura de zonas frutícolas hacia el sur (como también las tendencias de consumo en mercados tradicionales como emergentes) han dado espacio al crecimiento de frutales de alto valor en los mercados, como las cerezas, los arándanos, los avellanos europeos y las nueces.

Según el anuario de la Asociación de Viveros de Chile, la cual presidí antes de ser elegido como timonel de Fedefruta, solo el 2017 se plantaron más de tres millones de plantas de cerezo en nuestro país, lo que corresponde a cerca de 3.340 hectáreas. En los últimos cinco años registrados (2013-2017), se han plantado más de 11.700 hectáreas de este cultivo, las cuales, su enorme mayoría aún no entra en plena producción. Es más, si el 2010 había plantadas cerca de 16.700 hectáreas de cerezos en el país, actualmente se proyecta que esta superficie alcance las 36.600 en todo Chile

¿Cómo afrontan la escasez de agua?

Este punto para nosotros es crítico, ya que el principal problema que plantea el cambio climático es justamente la escasez de agua. El gran desafío es asegurar el abastecimiento del recurso hídrico y sin duda que debe ser una preocupación esencial del país, con acciones coordinadas que tienen que transformarse en políticas de estado.

Consideramos que este accionar debe que incluir muchas iniciativas de forma coordinada, en paralelo, desde la concreción del proyecto de la Carretera Hídrica, la concesión de embalses de cabecera entre las regiones de Valparaíso y El Maule, la desalinización para utilizar agua de riego, la infiltración de las napas, la recuperación de acuíferos, hasta el aumento de recursos de la Ley de Riego, para ampliar el uso del riego tecnificado en las zonas frutícolas del país.

Ahora, los agricultores deben hacerse parte de la solución, y si es que es necesario realizar inversiones en tecnificación de riego y embalses concesionados, hay que estar dispuestos a hacerlo.

La uva, por ejemplo, es 90% de su composición es agua, y sin el agua simplemente no es posible producirla. Con la disponibilidad adecuada de recursos hídricos para la agricultura, el sector se ha podido transformar en motor económico de las zonas rurales, en una industria que permite generar 560 mil puestos de trabajo cada temporada, y para continuar debemos hacer que el uso del agua sea lo más eficiente posible, ya que esta actividad ha perfilado a Chile como un país más allá de lo minero.  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.